Era un mucho encerrado en muy poco
Un río caudaloso, sin saberlo, peligroso.
Volar quería, más no podía
No sabía cuán difícil y enfermiza era la vida
Intoxicada se encontraba de las semillas que encontraba,
Gritaba y gritaba, nadie la escuchaba,
Reía, lloraba, trataba de ser amada,
Perdida en un mar infinito ella navegaba.
Tenía miedo de caerse,
De no tener a nadie q la comprendiese, De quedarse sola y no ser querida, Sabía que en el fondo nadie la entendía.
Más ella se daba,
Al completo se entregaba,
Sin embargo, no había un alma,
Que a ella trajera calma.
Se encontraba hundida, fría e intranquila,
su espíritu vagaba,
su alma a Dios rezaba.
La complacía la lectura, el arte, la cultura, decía que le gustaba escuchar poesías de Neruda, imposible era encontrar algo que aportara cura, a la profunda llaga que le hacía quedarse muda,
Más ella era risueña, activa, soñadora,
una no muy frecuente madrileña,
a la que le inundaba una gran demora.
Quería comerse el mundo,
Conocer cada rincón oculto,
Quería hacer de algo suyo,
Callar el continuo murmullo.
Quería algo a lo que aferrarse,
Un oasis para poder encontrarse,
Enamorarse de algún lugar,
Y así no tener que marchar.
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