Un catarro eterno

Published on 24 July 2024 at 01:15

Salió por la puerta y se apresuró a tocar el césped con sus pies desnudos y pálidos, estaba cubierto de escarcha, congelado por un suave suspiro del rocío mañanero y la brisa invernal que se va con el comienzo de la primavera. Cada paso que dio quedó grabado en el suelo, al estar tan tieso se marcaron sus huellas y hasta sus dedos, y dejó un camino sin rostro el cual señalaba el deshielo. Helado su corazón de piedra que por un pasado misterioso y extraño había quedado encarcelado en el destierro. Miraba al horizonte cuál ave que surge al vuelo, en una jaula adornada que la privaba de aquella inmensidad desconocida que tan familiar parecía en el cielo, resultaba este un abismo sin fondo para ella en el que no hallaba ningún consuelo.

 

Al final del inmenso jardín Joe se quedó contemplando la nada, estaba en un paraíso oculto del mundo, en un punto lejano de cualquier ruido que pueda parecer cercano. Y por mucho que aquel lugar transmitiese a muchos calma, a viajeros momentáneos que visitaban la paradisíaca casa, a ella le resultaba una cárcel, una estafa, un amuleto embrujado que a su corazón escapar no dejaba.

 

Grandes torres de piedra, y tejados adornados con hiedra, grandes muros con grandes puertas, grades setos y chopos que enorgullecían la entrada a aquel palacio pesado y dejado, cubierto por el paso del tiempo, e intacto a su vez como si este no lo tocara.

Por dentro las paredes relucían de madera y grandes tapices como jardines colgantes que hay en la selva. Voluminosas lámparas de cristal que caían sobre las cabezas, y con la luz alumbraban las esquinas de una casa poco risueña.

Escaleras de caracol que a sus ojos resultaban interminables, pero que para el resto podían parecer incompletas.

Pasillos largos y estrechos que tenían en sus lados innumerables puertas a cuartos diferentes con vidas secretas.

Mentiras, susurros, sandeces, poemas, sonetos lujuriosos corrían por las molduras de techos viejos y húmedos, tan altos que parecían un cielo adornado de estrellas por las diferentes pinturas que escondían en sus tinieblas.

Caras desconocidas en cuadros y murales, miraban y acechaban con sus ojos de mortales a vivos, también muertos que corrían por esas calles de silencio incansable.

 

En el oído de Joe apareció el ruido de un piano, y comenzó a imaginar una vida cargada de bruma, ocupada por una diversión social adornada en cenas, recepciones, bailes y fiestas. Todo aquello del pastel que ella no había probado, en su mente parecía cercano, parecía haberlo tocado con sus propias manos. Un elixir de poder que tentaba a su ser más humano.

El piano provenía de la señorita Rose (el ama de llaves), que a pesar de su mal gusto había aprendido a tocar concisas notas que juntas formaban canción, a través del oído y de su propia imaginación.

De repente para Joe la música cesó, y de voluminosas fiestas a la tierra bajo, y en vez de claras canciones las tres notas repetitivas de Rose escucho, y se dio cuenta de q no era más que un sueño, más que una triste y tonta ambición, una creación de su incansable imaginación.

 

-Joe entre en casa se enfriará, ya sabe que los catarros entran por los pies, y mírela ¡va descalza! - la criada suspiro cansada de ocuparse de una supuesta adulta la cual no era más que una niña con una herencia mayor.

 

Joe entro callada, muda, ciega por los espectros que rondaban en las sombras de su mente, se quitó el abrigo y se quedó en camisón, bañada por sus rizos negros y largos que cubrían sus hombros y casi llegaban a su talón.

Se sentó en la butaca al lado de la chimenea y cubierta por el fuego su cara se convirtió en fiera, y ardientes sus ojos observaron la inmensidad de ese mar azul a través de un cristal cubierto por el bao.

 

- ¿pues que es amor sino sufrimiento? -

Leyó en unas líneas de un libro abierto que había en la mesa a su lado

 

-más si yo sufro sola y la agonía me come por dentro, ¿dónde está el amor por mi patria en estos momentos? ¿Dónde está el amor que dicen que hay en las lágrimas y en el sollozo eterno? - murmuro para sus adentros.

Frustrada y sola no encontraba forma de calmar su lamento, y confiaba en el amor puro que a su alma trajese solvento, pero no encontraba compañía más aquella de una casa dormida en recuerdos, en pasados momentos.

 

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