Me mortifico; pensando en pasado

Llevo dentro demonios, invisibles al reflejo de un espejo y, por lo tanto, imposibles de ver.

Me mortifico tratando de encontrarlos,

pero se esconden en mi memoria, mente, alma, aferrándose al tiempo que una vez fue.

No puedo jugar con la imaginación pues esta enseña realidades, cada una más distinta a la otra y a la vez tan posiblemente real como la anterior.

He desperdiciado noches en pensar si tendría acaso razón,

Y lágrimas en saber si era necesario abrir este cajón.

Cajón el cual abrirse despierta tempestades,

Y el cual Ahora por estar cerrado causa en mí, estragos, vendavales, heridas terrenales.

Son esos secretos ocultos por el tiempo los despiadados animales, Rugen, desgarran, muerden y arrasan Allá por donde pasen.

Pues el silencio es su biblia, y lo lascivo su religión,

Pequeños pecados de los cuales no se puede culpar al hombre, siempre y cuando lo dicho no sea al completo razón.

Mas por mínima posibilidad que halla de equivocación,

Siguen inquietas mis manos, mis piernas, mi boca y mi corazón,

Al saber que hay algo roto, perdido, e incomprensible que ronda por mi interior,

Quieta e indefensa sin daga o espada para protegerme a mí de lo feroz,

Feroz bestia llamada pasado, encerrada en una caja por miedo a lo que en verdad pasó.